Un joven militar se cruza en su camino
Tras el exitoso estreno de Rienzi (⇑), la vida parece sonreír a la joven escritora. Entre quienes, para no sermenos que el resto, salen a la tribuna para aplaudir a la recién llegada, hay quien apunta que la nueva dramaturga tiene novio y se la ve muy enamorada. ¿Quién es él? Pues un joven militar, recién cumplidos los veintiuno, de nombre Rafael.
Rafael Pedro Pablo Ramón de Laiglesia Auset nació, en efecto, en Madrid el 31 de enero de 1854, según consta en la correspondiente partida de bautismo. Era hijo de María del Rosario Auset y Pérez de Lema, una sevillana de padre catalán y madre gallega, y de Augusto de Laiglesia Laiglesia (⇑), madrileño de nacimiento, aunque parte de su familia, asentada en Cádiz, procedía de suelo francés. Desde muy joven se sintió tan atraído por la vida militar, influido probablemente por el peso de una tradición familiar que había comenzado su abuelo paterno, el coronel Francisco de Laiglesia Darrac (1771-1852), fundador y director de la Real Escuela Militar de Equitación, al tiempo que autor de diversos textos sobre el caballo y las ventajas de su utilización en los ejércitos. Tal era el interés de Rafael, que solicita el ingreso en el Colegio de Cadetes del Arma de Caballería cuando tan solo contaba con trece años de edad. No obstante, las modificaciones que se introdujeron por entonces en la enseñanza militar retrasarán su ingreso en el Ejército hasta el mes de junio de 1871, momento en el que se convertirá en Caballero Cadete, aunque, curiosamente, no de la que era su primera opción, sino de Infantería. A los pocos meses, se iniciará la tercera de las guerras carlistas lo que precipitará la incorporación del joven militar a la lucha armada. Su participación en las campañas del setenta y tres, setenta y cuatro y setenta y cinco, por un lado, y la estancia de Rosario en el sur de Francia, que se prolonga hasta 1873, invitan a pensar que bien pudieron haberse conocido a finales del setenta y cuatro, momento en el que Rafael pasará unos meses en Madrid: desde octubre, en que regresa a la academia después de haber tomado parte en unas operaciones en Andalucía, hasta abril en que parte con su regimiento hacia Valencia; o bien en el invierno siguiente, durante una nueva estancia en la capital, adonde había llegado a finales de octubre y donde permanecerá hasta que en el mes de mayo vuelva a marchar con el Batallón provincial de Jaén nº 1, al que ha sido destinado.
Aquel espíritu romántico henchido de ardor patriótico que anida en el juvenil corazón de Rosario; aquellos ojos lacerados por la enfermedad que ven el entusiasmo del pueblo de Madrid a la llegada del joven rey; aquella pluma encendida que dibuja el futuro con esperanzadores versos («Esta patria te elige hoy soberano/ y seguirá valiente tus pendones; / ¡ALFONSO XII! ¡España está esperando/ un digno sucesor de San Fernando», Al rey Don Alfonso ⇑)... Aquella jovencita, quizás por entonces poetisa más que poeta, parece que ha quedado prendada del joven militar, valiente y generoso, que pone en juego su vida defendiendo con ardor el futuro de su patria. La guerra los mantiene separados: en el verano del setenta y cinco ella está en tierras andaluzas; él combatiendo a las partidas carlistas por los alrededores de Calatayud. En septiembre Rosario recorre el Panteón romano, contempla las tumbas de ilustres italianos y ante una de ellas, la de Rafael, escribe «La gloria de una vida en ti se encierra (⇑)/ ¡¡ No hay pórfido en el mundo/ que levante en la tierra/ monumento más grande ni profundo», al tiempo que el joven militar, su Rafael, guerrea por las inmediaciones de Sangüesa con tanto arrojo y valentía que sus superiores le conceden un ascenso por su meritoria labor en el combate.
A finales de octubre de 1875 se encuentran los dos en Madrid. Recobra la paz el militar al tiempo que se agita el corazón de la escritora, que por entonces escribe poesías con títulos tan sugerentes como Conjugación del verbo amar (⇑). Tienen mucho que contarse: las bellezas romanas, las fortificaciones enemigas, los canales venecianos, la herida en campaña, el verano en familia, la concesión del grado de capitán, el proyecto de escribir un drama El año siguiente amanece venturoso: al fin se encuentran juntos, aunque sea por unos meses, y en febrero tiene lugar el estreno de Rienzi (⇑). Rosario tiene motivos para estar radiante, pues la boda llega cuando aún no se han disipado los ecos de la euforia de su primer éxito teatral.
La buena sociedad madrileña está de boda
El sábado 22 de abril, Rafael de Laiglesia Auset, teniente de Infantería con el grado de capitán que le fue concedido por méritos de guerra, y Rosario de Acuña Villanueva, joven escritora a la que auguran un brillante futuro en el mundo de las letras, se otorgan mutua promesa de fidelidad eterna ante el católico ministro y sus respectivas familias, muestra representativa de la clase acomodada del nuevo Estado liberal.
La familia del novio está en alza por obra y gracia del creciente protagonismo que está adquiriendo Francisco, hermano mayor del novio (⇑), quien no hace mucho ha conseguido un acta de diputado por la circunscripción de Puerto Rico. Nacido en Madrid tres años antes que Rafael, pronto se convertirá en un alto funcionario del Ministerio de Hacienda, puesto que abandonará poco después (es declarado cesante por una real orden publicada en la Gaceta de Madrid el 20 de junio de 1872) para iniciar una larga carrera política en las filas del Partido Conservador. Desde el año 1876, en que consigue su acta por Puerto Rico, será diputado en diversas legislaturas (en abril de 1879 es elegido por el distrito de Játiva, por el de Gandía en las de 1884 y de nuevo por Játiva en las de 1887, 1891, 1898, 1899, 1901, 1903, 1907 y 1914), así como vicepresidente del Congreso de los Diputados en 1891, primero, y de 1899 a1903, después. Ese año será nombrado gobernador del Banco Hipotecario, cargo que desempeñará hasta su fallecimiento, ocurrido en 1922. Durante todo este tiempo compatibilizará los cargos políticos con la pertenencia al consejo de administración del Ferrocarril del Tajo y con el desarrollo de una intensa actividad como historiador y coleccionista especializado en el reinado de Carlos V, tema sobre el que versará su discurso de ingreso en la Academia de la Historia en octubre de 1909, así como la mayoría de sus publicaciones: Una crisis parlamentaria en 1538 (1903), Los caudales de Indias en la primera mitad del siglo XVI (1904), Las deudas del imperio (1904), Cómo se defendían los españoles en el siglo XVI (1906), Los gastos de la Corona en el Imperio (1907) Es conocida también la relación de amistad que mantuvo con Gustavo Adolfo Bécquer, de la que ha dejado cumplida constancia Emilio Gutiérrez-Gamero:
«Mi cuñado, Laiglesia, adoraba a Gustavo, a quien conoció en casa de González Bravo, y desde entonces a ambos les unió una estrechísima amistad, pues eran coincidentes en ideas y en aficiones literarias. Mis visitas casi a diario, juntamente con mi mujer, al domicilio de los suyos, me pusieron en contacto con el excelso poeta, y así pude conocerle de cerca y holgarme con su amable y afectuoso trato, como me holgaba leyendo cuanto salía de su privilegiada inteligencia.»
Tampoco se quedó atrás, en lo que a protagonismo social se refiere, el ya citado Emilio Gutiérrez-Gamero y Romate, convertido desde 1868 en un miembro más de la familia Laiglesia al contraer matrimonio con Dolores, una de las hermanas de Francisco y Rafael. Nacido en Madrid en 1844, estudió la carrera de Leyes en la Universidad Central, pasando a desempeñar el cargo de secretario de la Academia Matritense de Jurisprudencia y Legislación a finales de los sesenta. A la hora de decantarse políticamente se decidió en los agitados años del Sexenio por el Partido Radical que lideraba Manuel Ruiz Zorrilla, en cuyas listas fue elegido diputado a Cortes en 1872. No tardando mucho, las cosas se le pusieron un tanto difíciles tanto económica como políticamente por lo que decidió instalarse en Francia, donde desarrolló una intensa actividad cultural. A su regreso a España, compatibilizará el desempeño de diversos puestos en la Administración (desde oficial a gobernador civil, desde jefe de Administración a delegado de Hacienda) con su actividad literaria. Autor de cuentos y novelas, académico desde 1920 hasta su fallecimiento en 1936, es hoy recordado sin embargo, como un destacado cronista de su época, pues tanto sus artículos y ensayos como las sucesivas entregas de sus memorias son considerados como una interesante descripción de los sucesos literarios y políticos en los que participó de una u otra manera o, simplemente, tuvo conocimiento a lo largo de su longeva vida.
En cuanto a la de la novia, hemos de recordar que Rosario, además de ser hija del por entonces inspector jefe de Ferrocarriles del Ministerio de Fomento, es sobrina de don Antonio María de Acuña Solís, gobernador civil cesante de Castellón; prima de don Pedro Manuel de Acuña Espinosa de los Monteros, diputado y gobernador, al tiempo que Señor de la Torre de Valenzuela; prima también del marqués de Rianzuela y de la condesa de Benazuza; así como sobrina del por entonces académico y senador por la provincia de Jaén, el exministro don Antonio Benavides Fernández-Navarrete; al tiempo que sobrina del Patriarca de las Indias Orientales
Así pues, los distinguidos miembros de aquellas dos familias, dignas representantes del bien vivir y bien estar de que hace gala la burguesía capitalina, ven cómo sus jóvenes vástagos unen sus destinos para iniciar una nueva vida que comienza ese mismo día con el viaje de novios que, tras la preceptiva bendición eclesiástica, emprenden por tierras andaluzas. Al regreso, el joven matrimonio conocerá el lugar en el que deberán fijar su nueva residencia, pues a Rafael lo destinan al Depósito de Ultramar que tiene su sede en Zaragoza, ciudad a la que se trasladarán a finales de junio.
Nota. En relación con este tema se recomienda la lectura de los siguientes comentarios:
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)
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