¡Mujeres proletarias! ¡Almas nacidas en los hogares del pueblo que, simultáneamente con el dolor, habéis sentido el acicate de la esperanza al comprender el alto ideal de la solidaridad humana!
Un inmenso espacio, lleno de luz, se abre ante vosotras en medio del fragor de esta horrenda lucha que estremece a Europa. Todas las almas femeninas han sentido el choque de la nueva edad que se avecina; para llegar a ella, para impulsar las fuerzas de la humanidad hacia las altas cumbres de la razón, de la justicia y de la libertad, el destino os impulsa, con mano férrea, hacia los más peligrosos sitios de la vanguardia; os saca de la pasividad resignada de nuestros modernos gineceos y os lleva, con ímpetu de ariete, a las actividades febriles del vivir consciente. Una aureola de esencia de poder os va circundando ya, lo mismo en las líneas avanzadas de los combatientes, recogiendo heridos, que en las fábricas de municiones, cargando granadas, que en las oficinas de los Estados, administrando los servicios públicos.
El clarín de la emancipación femenina mezcló sus agudas notas de libertad con los acordes del furioso toque de batalla (¡qué destino el humano: con el dolor, más que con la ciencia, evoluciona!) y, mientras el hombre –regresando a los ancestrales días en que partía los huesos medulares con hacha de piedra– ruge de ira clavando en el pecho de otro hombre la aguda bayoneta, vosotras –mitad humana apartada de la masculinidad por un largo trabajo de perversión, hecho a conciencia por religiones, leyes y costumbres– habéis recuperado, de un solo empuje, vuestro sitio verdadero, recogiendo, de las manos de la fiera que mata, el cetro de la mano que crea. Y hoy la civilización entera pesa sobre vuestros hombros que están demostrando magníficamente que pueden sostenerla...
Rosario de Acuña y Villanueva
Gijón, 24-4-1916
Notas
(1) Tras el escrito, aparece una nota de la redacción con el siguiente texto: «A causa de la pésima organización en el servicio de correos, y por tal motivo llegó tarde nuestra invitación a la insigne escritora para que colaborara en nuestro número del 1º de Mayo, no pudimos tener la satisfacción de ver honrado nuestro extraordinario con un escrito original de la bien templada pluma de nuestra muy apreciada amiga Rosario de Acuña, nuestra Virgen Roja, como nosotros la llamamos; la que llora sin cesar los sufrimientos que pesan sobre la humanidad hambrienta de pan y justicia, señalándole el camino que le ha de conducir hacia la readquisición de su arrebatada felicidad. Ya que no pudimos, pues, insertar su hermoso artículo en el número pasado, lo hacemos hoy en el presente y señalándole el lugar preferente que le corresponde.»
(2) Se recomienda la lectura del siguiente comentario, relacionado con el contenido de este escrito:
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)