El nido de una golondrina
¿Qué es el espacio?... ¿Qué es el universo?... ¿Qué es el alma?... Masa inconsciente de inconsciente materia por sí misma llevada a la formación de los cuerpos; torbellino de átomos; infinito de monadas que en la vertiginosa carrera de sus deseos se unen a sus afines para latir en forma de sol, de planeta, de roca, de vegetal, de molusco y de hombre
He aquí el credo del materialismo: Fuera del átomo no hay espíritu; fuera de la materia no hay fuerza.
¿Qué es el nido de una golondrina?
Veamos Las viajeras han llegado a la aldea; con múltiples giros reconocen la torcida techumbre de una pobre choza. ¡Qué sitio para sus amores! La oscuridad no sombrea con lóbregas tintas aquel humilde albergue; todo él se llena de luz a los primeros rayos de la aurora que por ancha ventana, sin hierros ni postigos, viene a saludar con sus reflejos el sueño del hombre; la familia es muy pobre, muy escasa; el trabajo, aguijón de la vida, la lleva a las faenas del campo cuando el sol aparece, y ya no vuelve a su morada hasta que el astro resplandeciente se hunde en el ocaso: luz, soledad, silencio; las tres venturas de la inocencia; los tres bienes más grandes de la sabiduría Allí ha de hacer su nido la enamorada pareja
Hasta ahora la materia ha dormido; yace en el fondo del cenagoso barranco; en el lejano rastrojo del campo abandonado; entre los cañaverales del cristalino arroyuelo, o en los rizados vellones que la oveja dejó prendidos en la espinosa zarza. Hasta ahora todo el mundo de la materia, en sus átomos simples y en sus átomos compuestos yace en el quietismo más absoluto; en nada presiente la necesidad de aquellas aves enamoradas, y en vez de llevarse a sí misma hasta los toscos nudos de la añeja viga, duerme el sueño de la ignorancia, sin que baste para lanzarla en el camino de las transformaciones, la presencia continua del ave constructora que busca ansiosa sus átomos indispensables ¡El ave! He aquí la fuerza; la fuerza poderosa organizada por el espíritu en los senos cerebrales del pájaro.
La imagen del futuro nido, solo real en los abismos del alma inteligente, sin forma determinada en el mundo de la materia: he aquí la fuerza trazando círculos y paralelas para recoger algunos átomos de barro; restos informes, moléculas que acaso formaron alineadas en organismo vegetal o animal, y que al quebrarse el lazo de la unión entre el cuerpo y el alma, al faltar la fuerza que las sostenía en amigable consorcio, fueron desparramándose, acaso impulsadas por la misma brisa que sostenía entre sus ondas la pintada mariposa de la primavera
He aquí la fuerza arrancando de su inactivo sueño a la partícula que tal vez lleva el átomo de hierro, que latió en las arterias del filósofo, y que acaso mañana brotará del manantial ferruginoso.
He aquí la fuerza amasando con el humilde aliento de un débil pájaro el hacecillo de heno que surcaba el ambiente a impulso de las auras; y las desmenuzadas corazas de algunos animalucos que durante siglos durmieron el sueño de la muerte entre los huecos de agrietada roca.
He aquí la fuerza, no ciega ni inconsciente, no informe, quieta y silenciosa como la materia, sino pensadora, resuelta, vibrante, preventiva, llena de valor, henchida de perseverancia, realizando, por los medios en que se desenvuelve, un plan preconcebido, ajustado en las profundidades de la inteligencia a medidas exactas, a formas indispensables para el fin a que se dedica, a condiciones llenas de bondad y de belleza.
¡Niéguese la fuerza que arranca a la materia de su abismo de sombras para transformarla en el santuario de la luz y de la alegría!
¡Niéguese la fuerza que busca en los restos que desparramó la muerte elementos para construir la cuna de la vida!
¡Niéguese la fuerza que transforma por sí misma a la materia informe en delicado recinto, donde a la par que ha de latir el calor de la nueva existencia se han de escuchar los arpegios enamorados de las pasadas primaveras!
¡Volad y recoged el átomo que surca el espacio, la paja que flota sobre el arroyo, la hierbecilla que se agostó sobre la roca, el limo que tapiza las praderas, el polvo que se amontona en los barrancos! ¡Surcad las inmensidades del cielo, felices golondrinas, y si algunos héroes de la tierra os preguntasen sobre fuerza y materia, llevadlos a los bordes de vuestro nido, y allí, mientras los pequeñuelos se agitan con terror pensando ver en los visitantes verdugos de su existencia, enseñadles vosotros, graciosas aves de la primavera, las profundidades de vuestro humilde albergue, explicándoles lo que es fuerza y materia delante de un nido de golondrina.
Rosario Acuña de Laiglesia
El Liberal, Madrid, 17-7-1881
Faro de Vigo, 4-9-1881 (Suplemento Los Domingos del «Faro». Hoja literaria)
La siesta. Madrid: Tipografía de G. Estrada, 1882 (1)
El Álbum de la Mujer, México, 22-3-1885 (1)
El Iris de Paz, Mayagüez, Puerto Rico, 23-7-1904 (1)
Notas
(1) El texto iba precedido del siguiente párrafo:
¡Ya vienen! ¡Ya surcan los azules campos del espacio batiendo el aire con sus negras alas! ¡Ya gorjean, alisándose las tenues plumas de su blanco pecho, mientras reposan del largo viaje sobre las toscas barra de la reja! ¡Ya están aquí las golondrinas!
Con cánticos de júbilo los reciben las aldeanas, que en ellas ven anunciadoras de las fiestas campestres que empiezan con las verbenas y finalizan con la vendimia.
Ellas traen al humilde hogar del pobre la paz de los cielos, puesto que con las armonías de su lenguaje indescriptible llenan el ambiente de melodiosos ecos, en tanto que cuelgan sus frágiles nidos en las ahumadas vigas de su techo.
..
¡El nido de una golondrina!
(2) En relación con el contenido de este escrito se recomienda la lectura del siguiente comentario:
170. Aprendió a aprender
No tiene sentido elucubrar acerca de la formación que nuestra protagonista hubiera alcanzado de haber seguido el plan de estudios establecido
en la Ley de Instrucción Pública de 1857. No sabemos, ciertamente, cómo hubiera sido su educación de no haber
sufrido...
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)