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¡Justicia!...¡Justicia!...¡Justicia!

[Al pueblo asturiano...]

 

Pueblo asturiano: ¿Dónde éstas? ¿Qué haces? ¿Me oyes? ¡Ah! ¡Si pudiera hablarte en tu rudo lenguaje, en el que me hablo a mí misma! ¡Si no tuviera que atar el léxico a los viejos eufemismos que, desde Grecia, vienen revistiendo la palabra de nimios pelendengues  innecesarios! ¡Si tuviera dónde encaramarme y modular mi voz, en fraseo acre, que es el que te gusta a ti escuchar y el que penetra muy bien en el simplismo de tu intelectualidad! ¡Mas…: no hay remedio, sino someterse a ciertos formulismos!

¡Pueblo! ¡Pueblo! ¡Yo ya sé lo que haces! Estás metido en ti con los dientes apretados de ira, ceñudo y contraído, rumiando todos los indigeribles manjares que te fue dando, violentamente, la fuerza del egoísmo durante siglos y siglos de dominación.

Tienes en tu entraña toda la ascendencia de esclavos: de los egipcios, atraillados de dos en dos, comiendo sólo cebollas, con las espaldas sangrantes por la tralla del capataz, que los ordenaba para ir levantando, sobre la carroña de los reyes, pirámides que hoy, a los ocho mil años, son el asombro del mundo; de los esclavos romanos, echados vivos en los estanques para que las murenas los devorasen y se hicieran sabroso pez en la mesa de los patricios; de los siervos medioevales ahorcados en las almenas de los castillos por haber pisado el brial de la Señora Castellana manchándole de barro…

Todo, todo esto lo llevas en TI; está rugiendo e hinchando, en tu mente y en tu corazón, la  GRAN HORA, la terrible HORA de tomar las revanchas. Yo ya sé que se prepara tu alma, que es más insondable que las honduras del mar, y más luminosa que el fulgor de los cielos, a levantar de una vez, todos los tristes mártires que están dentro de TI, en montón tremendo, tan alto, tan alto, que acaso la Humanidad se quiebre al chocar contra él, y una edad de caos arremoline sus detritus en la Apocalipsis de su ciclo geológico. Yo sé que tiemblas en los pródromos de la convulsión más pavorosa que sentiste en dos mil, en seis mil, en veinte mil años: convulsión de la que sólo fueron espasmos insignificantes las más inmediatas de los Espartacos, la Jacquerie y los Sansculottes.

¡Que tienes razón! ¡Ah, pueblo amado por esta mujer que te habla y que ya no tiene nada que dar a la vida! Tú ERES la razón misma, no necesitas tenerla… ERES Tú la raíz de donde salen todas las razones del mundo ¿Sanguinario?... ¡Tienes razón! ¿Brutal?... ¡Tienes razón! ¿Impetuoso, irreflexivo, inconsciente?... ¡Siempre! ¡¡Siempre tienes razón!!...

¡Eres la ESPECIE… el lago donde flotan, insumergibles e incorruptibles todas las energías, esperanzas, afirmaciones rotundas de la vida que recoge en TI la Humanidad!

¡Cuando trituras generaciones podridas o petrificadas es para levantar a la existencia otras más puras, más aladas en el camino hacia las cumbres! ¡Cuando bostezas y te acoquinas y ensuavizas los hierros que te oprimen, es que descansas en la ilusión de la blandura, para que tus fuerzas no se agoten!

¡Y cuando vas, al parecer sereno, como senil comitiva, detrás de lo viejo, fatigado e incoloro, es que te preparas para arrollarlo todo y pasar delante sobre sus escombros!

¡Y así fuiste y eres y serás durante todos los siglos que, lógicamente, aguardan a nuestra especie!

¡TU eres el procreador de los “guiadores” que salen de TI como salen los aromas de la flor, y, aunque los sacrifiques impiadosamente, son esencia tuya, voluntad tuya!...

Todo esto te lo dice un ser que nada te pide; aún más, que nada espera de ti; porque SÉ que nada puedes agradecer siéndote todo debido; pues así que se agote mi voluntad de soledad, donde únicamente puedo ser libre, dejaré caer la tapa de mi sepultura ya entreabierta. No te adulo, al decirte que eres TODOPODEROSO.

¡Pueblo asturiano que estás más cerca de mí! ¿no sabes que la hora de la Justicia tiene minutos y segundos y que todas estas partículas, juntas o separadas, no pueden quedar sin dar su sonido en el vivir de las almas?... ¡De las almas, sí! La Justicia como la Conciencia, la Verdad y la Creencia, son abstracciones que no pueden estar “fuera” de las almas humanas. ¿Imaginas que puedes sacudir del alma todas las entidades suyas? ¿Vas a volverte cara a la animalidad que apenas las tiene bosquejadas? ¿Para qué sientes y piensas sino para que vayan cada vez más hacia arriba estas aves invisibles del alma? En tus más terribles ímpetus, emancipadores del dolor, llevas de propulsor la imagen de esta peregrinación de abstracciones. En todo tu odio, exacerbado hasta el paroxismo, van diluidas, en efluvios de inconmensurable Amor, todas estas abstracciones; y cuando ya hayas satisfechos todas tus reivindicaciones, la Justicia y la Conciencia, y la Verdad y la Creencia iniciarán, en otras nuevas civilizaciones, a los Hombres que vivan sobre la Tierra.

Pues bien; ¿no sería mejor que en vez de hacer grupos microscópicos de tu núcleo inconmensurable fueras arrancando de tu camino las púas hirientes que te desgarran? Escuchando el horario de la Justicia, ¿no podrías aplastar –¡cuán poco tiempo perderías en ello!– los reptiles que se enredan a tu paso y que, si bien no han de interrumpir tu marcha, por lo menos te llenan de asquerosidades inicuas?

¡Hay catorce mil muertos tuyos, ¿entiendes? (los mil restantes son de los nuestros), esperando colgantes de los pinchos de las chumberas rifeñas. ¿No te apiadarás de sus sombras que son las únicas capaces de entrar en relación con las abstracciones de TU alma?; esas sombras andan alrededor tuyo porque las diste vida en tus hogares bajo las ternuras de tu corazón y los cuidados de tu inteligencia. ¿No las ves en procesión negra y apestosa, vagar por estas montañas, todas ellas fluidotas de sombras de celtíberos, cántabros y astures que tan bravamente supieron asentar la Justicia en sus tiempos y en su tierra? ¿No sientes cómo te señalan el pecho y la frente, con sus dedos esqueléticos, pidiéndote que, en tu razón y en tu voluntad, repercutan sus tormentos y sus escarnios? ¿Las dejarás que pasen a hundirse lentamente en el Leteo terrible, que no riega flor ninguna de porvenir, , el pueblo-raíz de dos mundos?...

¿Qué esos muertos no comen ya más?... ¿Te atreverás a decir que no sienten?... ¿Lo sabes de cierto?... ¿Y qué dirán a los oídos de tu conciencia?... Fueron arrancados de los brazos de tus mujeres sin su voluntad y sin la tuya; fueron al dolor y a la muerte, amenazados con la muerte y el dolor, para llenar las fosas abiertas por la ¡ESTULTEZ! ¡LA AMBICIÓN!¡EL ORGULLO! Sólo habiendo marchado a la muerte para sí y para vosotros no tendrían derecho a pedir justicia.

¡Óyelos clamar! ¡Alza tus puños amenazantes! ¡No dejes pasar este minuto de la Justicia en cuyo camino andas siempre tan firmemente! ¡Que no se queden las iniquidades erguidas porque irán enredándose cada vez más entre tus plantas! ¡No seas el eco! ¡Lanza el sonido estruendoso de tus fuertes pechos para que retumbe pavorosamente, como anuncio del juicio final que preparas, con las palabras:

¡JUSTICIA!...¡JUSTICIA!...¡JUSTICIA!

 

Rosario de Acuña y Villanueva

Nacida en Madrid en 1850

Gijón diciembre 1922

 

 

Nota. En relación con el contexto histórico en el que fue escrito el presente escrito,  se recomienda la lectura del siguiente comentario:

 

Cadáveres en la fortificación de Monte Arruit 233. Marruecos, la tumba de miles de españoles
Dolor y muerte. Miles de heridos, miles de muertos. Llevaba tiempo sufriendo por todos ellos, ahora también por los suyos. «¡Justicia para los que hicieron, sean los que sean, de los montes de Marruecos el cementerio más espantoso, la sima más horrenda que podrán contemplar...

 

 

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)