¡Analizad, sabios de la tierra! ¡Bajad a los abismos! ¡Subid a los espacios! ¡Desgarrad la materia en mil pedazos, y con el átomo más pequeño reaccionad hasta convertirlo en un mundo! ¡Invocad las leyes universales, legislad sobre ellas y trazad el círculo cerrado de la vida desde el basalto de las cordilleras hasta la inteligencia de Shakespeare! Cuando todo lo deis por terminado y la sonrisa del triunfo corone vuestras obras, se alzará delante de vosotros una nota, un suspiro, una mirada, un beso, un matiz, un efluvio, ¡qué se yo! Un algo que, haciendo palpitar el alma dentro del corazón y dentro del cerebro, nos gritará amor, ilusión, esperanza, porvenir, cielo, primavera, felicidad... y, como bandada de golondrinas en busca de sus nidos, veremos volar estas frases hacia un horizonte indeterminado cada vez más henchido de promesas... ¡He aquí lo indescifrable! ¿Brota en el alma de una Ofelia?, la lleva a morir coronada de rosas en las ondas del cristalino lago. ¿Brota en el entendimiento de un Dante?, lo lleva a las mansiones fúlgidas de un paraíso en el que Beatriz es la diosa. ¿Surge en la fantasía de un plebeyo?, lo lleva a la epopeya y el apoteosis que rodearon a Rienzi. ¿Se inicia en el corazón de un hombre?, Giordano Bruno sonríe en medio de las llamas que lo abrazaron. ¡Lo indescifrable! Lo que se escapa a la indagadora inteligencia de los sabios, y subsiste permanente, eterno, en la humanidad, como antorcha lumínica sobre el camino de las razas. Lo indescifrable. Que es el grito de libertad resonando en nuestras entrañas con armonías enloquecedoras; el grito de patria haciendo saltar en los cristales de nuestros ojos una lágrima de fuego; el grito de amor despertando con eléctricas vibraciones la florescencia de la primavera, la juventud en la niñez, la maternidad en nuestras venas... ¡He ahí lo indescifrable! Bajo su imperio cruzaba la tierra Giordano Bruno, siempre ansioso, inquieto, intranquilo. ¡Oh!, que manantial pudiera haber apagado la sed de su espíritu, ávido de libertad y trémulo de amor, si llevara en su seno lo indescifrable...
¡Saludemos al pasado!
Nuestra voz, resonando a través de las edades, baje a buscar el polvo de los
sepulcros y ascienda a encontrarse en las regiones del pensamiento para honrar
la memoria del mártir y enaltecer la grandeza del héroe. ¡Que su recuerdo nos
una y nos lleve a lo porvenir! ¡Alentemos a las generaciones que hoy sienten en
sus almas el fuego del amor para que, vuelta su mirada a los campos de la
patria, lleno su corazón de los generosos entusiasmos que palpitan dentro de
toda juventud, se levante como un solo grito, como una sola voz, y arrolle
impetuosa los carcomidos baluartes de la tradición y de la ignorancia a los
sonoros ecos de la libertad!
Nota. Aunque en el texto no figura la fecha en la cual fue escrito, creo que contamos con suficientes indicios para poder situarlo en los primeros meses del año 1885, tal y como apunto en el siguiente comentario:
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)