El triste tañer de una campana rompe con melancólicos suspiros las pesadas brumas de una tarde de invierno. ¿Por qué vibra quejumbrosa en alas de la brisa? ¡Por el que ha sido! ¡Ha sido! Luego ¿ya no es? ¡Oh escasa inteligencia, que poco alcanzas! Busca ávida de saber tenaces secretos que poder arrancar del seno de la naturaleza, estudia en los recónditos lugares de ti misma tu impalpable esencia, penetra audaz en las vastas regiones de un pasado oscuro y misterioso. ¡Jamás tu escasa fuerza conseguirá descorrer el impenetrable velo que envuelve tu porvenir!
Animada con la chispa divina que sientes brillar en tu inmortal origen, te lanzas en brazos de tus rápidas concepciones hacia esa región que presientes comienza, donde concluye tu carrera humana. ¿Qué descubres en ella? ¡Nada! ¿Qué adivinas? ¡La verdad! ¡Paso a la muerte, única verdad que encontramos en la vida! ¡La muerte! ¡Es la verdad! Las sonrisas dulces, angelicales, de nuestra tierna y amorosa madre ¿no las volveremos a ver? Sus enamorados y puros besos ¿no los volveremos a sentir? La santa y cariñosa protección ¿no la volveremos a tener? ¡Es esta la verdad!
El eco amante que nuestro corazón despertaba en el ser idolatrado de nuestro amor ¿no lo volveremos a escuchar? ¿Hemos de dar un eterno adiós a los que parten de nosotros mismos y fueron átomos de nuestra existencia y destellos de nuestras almas? ¿Es esta la verdad? ¡Oh desventura! ¡Lo es! Esa cosa te lo demuestra. Esa triste campana te lo dice. ¡Verdad indeleble grabada en páginas de mármol y escrita con lágrimas en el fondo de nuestro corazón! Verdad ante la que sucumbe la vena soberbia de nuestras turbulentas pasiones. Desgarradora verdad que descubre nuestra inteligencia, un tenebroso caos de pavor.
¡Tumbas de los que fueron! Con el imponente silencio de vuestra soledad decís a nuestro ser «espera»; en mí guardo el polvo de los que como tú fueron, como tú emitieron un espíritu imperecedero y como tú se preguntaron ¿qué hay más allá de mí? «Espera, como ellos lo sabrás».
Inteligencia, lánzate en pos de esa promesa a descubrir su origen, ya que orgullosa te enseñoreas dominando con tu desmedida ambición el dominio del mundo. Brille tu luz en las tinieblas que la rodean. Analiza tu porqué con el poderoso auxilio de tu penetración. ¿Qué has descubierto en ella? ¡Nada! ¡Pobre inteligencia! Despréndete del soberbio con que pretendes subyugarlo todo. Contempla con humillado asombro esa verdad ante la cual sucumbes y tal vez, del más oculto seno de tus infinitos pliegues, brotará una tenue luz que, envolviendo en radiante claridad los vastos horizontes de tu porvenir, te enseñará en esa promesa eternos siglos de venturosa e intensa felicidad. Recógete en ti misma, y en el sacrosanto símbolo de la fe comprenderás cuan grande es tu misión, y con entusiasmo ardiente exclamarás: ¡Paso a la verdad!
Rosario de Acuña y Villanueva
Nota
En relación con este escrito y con Agustín Urgellés de Tovar, director de Gaceta Universal y amigo de Felipe de Acuña, se recomienda la lectura del siguiente comentario:
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)