Es el paraíso de los niños, de las familias bien halladas con las costumbres sencillas y honestas; «honestas», sí, ¿por qué no dar su nombre exacto a todas las cosas? Los que salen de Madrid para continuar su vida agostadora, esquilmante y vana, pasen de largo por estas playas; los que ansíen unos cuantos días de paz en el rudo batallar de su vida, de lucha y de trabajo, acójanse a este rinconcito de Cantabria, donde pueden tomar nuevos vigores para su nuevo batallar. Nada habrá en Suances que turbe el sosiego augusto que la naturaleza otorga al hombre. Sus playas magníficas (y la llamada «De los locos» puede competir en hermosura con la de Biarritz del mismo nombre); sus montes, siempre verdes con el tapiz de sus praderas; sus horizontes anchos, despejados; sus aguas manantiales ferruginosas; toda la localidad y sus alrededores parecen brindar a los pobres extenuados de la ciudad un ambiente de reconstitución. Y para mayor fortuna, Suances tiene un alcalde que ama a su pueblo; que quiere hacer de él un grupito de civilizados, en medio del montaraz salvajismo de las aldeas españolas. El señor Villar trabaja con verdadero fervor por la cultura de esta bella estación veraniega.
«Aquí no se juega», ¡santa palabra que deben apreciar en todo su valor las madres de familia que buscan, para bañar a los suyos, un lazareto en la corriente abrasadora del vicio más horrendo del hombre! En sustitución de ese deporte de la ruina y de la insulsez, el alcalde de Suances, cuando llegan las fiestas de la villa, acumula funciones que cultivan el espíritu sin enlodarlo: carreras de cintas en bicicletas y a caballo, siendo los premios preciosas bandas pintadas y bordadas por manos expertas y costeadas por las señoritas; funciones de teatro (cuyos productos van a la caridad) hechas por aficionados, siendo uno do los mejores actores el mismo alcalde, el cual corre también las cintas sobre hermosos caballos de su propiedad; regatas y cucañas en la ría; música. Todo aquello que puede distraer y emular la valentía, la agilidad y el talento, encuentra acomodo en el programa de festejos, que el alcalde traza, aprueba el Ayuntamiento, y los veraneantes propietarios secundan con sus donativos. Y entre todos consiguen hacer de Suances, como dije al principio, un paraíso de los niños y de las familias bien halladas con sencillas y honestas costumbres.
Además Suances es baratísimo con relación a otras playas. Casas amuebladas con lo más esencial para la vida campestre, dispuestas para las familias que quieran venir con sus criados; casas de huéspedes para modestos menestrales y fondas, espléndidamente situadas junto al mar, próximas a la playa, siendo una de las mejores, la de San Martín, donde a la amable complacencia de sus dueños se une una mesa limpiamente servida, pero con una suculenta sencillez, insustituible para la alimentación de los niños y de las mujeres, de donde deben estar proscritos todos los manjares químicamente adobados; y en el guisar con verdadero clasicismo, es decir, con pureza, es un maestro el hábil cocinero de esta fonda.
En ella está la familia del señor García Lomas; la del que fue habilísimo urólogo doctor Viforcos; la del arquitecto señor Moya; la del señor Macías Picavoa, de Valladolid; la del señor García Pola, de Santander, con un chiquillo de cuatro años que es un encanto de gracia y travesura; los sobrinos de don Buenaventura Muñoz; la gentilísima señora de Astier; las señoritas de Lecea, y más cuyos nombres no sé.
Y conste que todo lo dicho es estricta justicia, pues ni trato personalmente al alcalde, ni yo dejé de pagar mis cuentas...
Esta es la temporada de verano en estas playas, ¡en estas playas incomparables, libres, hasta ahora, de esa polilla de la civilización: el juego y el cocotismo que envenena los ambientes de otras estaciones veraniegas!
Rosario de Acuña y Villanueva
Aldea de Ubiarco 18 de agosto de 1906
El Cantábrico, Santander, 20-8-1906
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)