Amigas Rosario y Aquilina.
Estoy muy agradecida a las atenciones que tienen conmigo. No puedo corresponder como se merecen, pero les envío unos recuerdos, sin más valor que lo que representan para mí. La corbata morada la llevé hace cincuenta años (poco más, tal vez cincuenta y ocho) al Vaticano, y sobre ella y sobre mi cabeza puso la mano Pío IX, para bendecirme, siendo sin duda su bendición como mano de santo para separarme definitivamente y radicalmente de la secta católica. La corbata bordada me la bordó mi madre, para que hiciera juego con el vestido que era del mismo color, con que emprendimos mi marido y yo el viaje de boda, el mismo día del casamiento, y los dos alfilerillos dorados los compré en la Exposición de París del año 1867 (los vendían a cincuenta céntimos cada uno) ya veis que nada vale nada, pero representa toda una serie de fechas de mi vida, y por estos recuerdos tan unidos a mí, es por lo que me atrevo a enviároslo con un fuerte abrazo, y si os sirven bien, y si no que mi intención valga.
Vuestra amiga que os estima bien.
30 de diciembre de 1919
Transcripción de Luciano Castañón: «Aportación a la biografía de Rosario de Acuña», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, año 40 , nº 117 (1986), pág. 160
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)