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Amigo Nakens:

 

Quisiera haber podido, en este número-homenaje a su honradez, laboriosidad y racionalismo, escribir una especie de testamento espiritual, que festejara, en su festejo, mis bodas de oro con el libre-pensamiento; mejor dicho, con la expresión de la conciencia por el verbo; que ésta fue mi labor de cincuenta años, en que trabajé, sin miedo ni rencores, para iniciar a mis compatriotas en los verdaderos caminos de las libertades, sufriendo en esta larga comunión con la Verdad, todo cuanto la moderna Inquisición practica, en su ansia de santificar la Mentira; quemando reputaciones, honestidades, laboriosidad y fortuna, como antes quemaba todo esto y la carne, que es ahora lo único que no quema; metiendo a todos los que la estorban en el horno de las calumnias, injurias, desprecios y despojos, y, a veces, acudiendo al golpe de mano, para acabar de una vez. Mas la comisión para el homenaje me asignó dos o tres cuartillas, y esto me impide realizar mi deseo, que acaso realice en El Motín, si su bondad me deja media columnita, para irme despidiendo como deísta y espiritualista (que siempre lo fui) de una labor de cincuenta años, en que hice cuanto pude, para desescombrar caminos de ignorancias y fanatismos.

Quede aquí un recuerdo de nuestras vidas, ya que, según dicen los viejos modernos, la ancianidad vive sólo de sus memorias. ¡Valiente juventud la que bulle al presente, que está haciendo su historial con drogas venenosas o en chirlatas y prostíbulos!

¿Se acuerda usted de que hará cuarenta años (la primavera próxima) pasó por la estación de Pinto, cerca de cuyas agujas tenía yo mi casa de campo? Por entonces habían publicado Las Dominicales mi carta de adhesión al libre-pensamiento, en donde decía, poco más o menos: «No venceremos; pero vamos allá, aunque nos cueste la vida y todo cuanto más grato nos sea, pues el progreso humano exige todos los sacrificios».

Andaba yo dudando, no de la razón de lo que todos calificaban mi sin-razón, sino de otra cosa: de si me era permitido, sin perder la conciencia de mi honradez, siendo una mujer de buen nacimiento y fortuna, levantar bandera de rebelión en materia religiosa, ya que nuestros hombres, practicando el culto del Diablo, ponían empeño en que fuesen las mujeres sometidas al culto de un Dios impuesto por el sacerdocio. Criada en las viejas doctrinas patriarcales, que dan al Hombre, aunque lleve sayas debajo de los pantalones, dominio de macho, más macho que el ciervo en su manada y el buitre en su nido, me parecía que podría cometer crimen de lesa Humanidad, al meterme a manosear dogmas religiosos, entre supermachos… Así, en vacilaciones, andaba mi entendimiento, cuando desde mi casa oí tumulto en la estación, mandé a ver lo que pasaba y me dijeron que un señor que iba en el tren con otros muchachos (entonces era usted un muchacho), al parar el vagón, había gritado fuertemente «¡Viva Rosario Acuña! ¡Viva la gran mujer española!» A lo que sus acompañantes respondían: ¡Viva! ¡¡Viva!!

En la estación se armó gran bulla, porque España, ínterin viva autónoma de la Santa Sede, no puede emanciparse del ancestralismo y la tiranía… Mas yo empecé aquella misma tarde a escribir mi colección de artículos Ateos, probando como dos y dos son cuatro, que los más ateos del mundo son los católicos españoles.

Todas mis dudas se habían disipado al saber que Pepe Nakens (entonces era usted Pepe), pedía que viviese una gran mujer y esta gran mujer era yo: no había duda, acertaba en el camino de las varias emancipaciones de la mujer siendo el primero el de su alejamiento de toda religión positiva; estaba satisfecha porque había encontrado el compañero espiritual –sostén– mito que todavía no se ha realizado en España, donde los compañeros espirituales de las españolas son casi siempre los medio-hombres: los curas.

Ya ve que he cumplido su deseo de hace cuarenta años: vivo y creo que, dada la fortaleza y agilidad corporal que tengo y la integridad de mis facultades mentales (y aunque la pobreza en que voy cayendo es peñón muy grande para que no lo aprovechen los enemigos que me rodean) a no ser por un golpe de mano, todavía he de dar alguna guerra y seguiré haciendo honor a mi viejo maestro, compañero y amigo, a quien hoy mando, con este recuerdo de nuestras juventudes, mi deseo de que viva aún mucho, para gloria de mi patria y satisfacción de mi amistad.

Séanos la tierra que nos espera más piadosa que las generaciones entre las que vivimos y reciba el más afectuoso saludo de su atenta

Rosario de Acuña y Villanueva

Nacida en Madrid en 1850

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)