Luchando el hombre en la vida
con las tormentas del alma,
siente al fin el alma herida
y va agotando sin calma
su vida.
El inquieto pensamiento
apenas le da memoria
para acordarse un momento
que le arrastrará en escoria
el viento.
Que el tiempo pasa no advierte,
le impacienta su rodar,
nunca halla buena su suerte
y así le viene a encontrar
la muerte
Tanto orgullo desmedido,
tanto afán de poseer,
tanto discurso aprendido,
¿dónde fueron a caer ?
¡Al olvido!
Dichoso el que mira el día
en las sombras acabar,
y con bendita alegría
se dice: «¡Para volar
menos te falta, alma mía!»
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)