Flores que en los jardines
de la inocencia
desplegáis vuestras hojas
blancas y bellas,
quieran los cielos
que jamás vuestra vida
marchite el cierzo.
Quiera Dios que por siempre
viváis dormidas
con la casta pureza
de un alma limpia,
y en dulce sueño,
cual bajasteis al mundo,
subáis al cielo.
De las notas que el alma
lleva escondidas
una quiero dejaros
por despedida;
si nunca vuelvo,
que os sirva mi canto
como un recuerdo.
Nota. Probablemente las niñas de la dedicatoria sean las hijas de Benigno Domínguez Gil (D. B. D. G.), amigo de su padre, a tenor de la correspondencia que mantuvieron por entonces.
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)