¡Alcázar de la luz, patria del genio
inmensa eternidad que en pabellones
el porvenir ocultas de la vida
entre la gasa azul de tus festones!
¡Techumbre de los orbes, cielo hermoso
que sin fin ni principio, suspendidos
llevas los mundos de cien mil esferas
a través de inmedibles soledades
sin límites, sin tiempo, sin edades!
¡Cielo donde levantan los humanos
su asombrada y oscura inteligencia,
infinito, inmutable, cuyas astros
hablan de la sublime Omnipotencia!
Gigante el pensamiento
rompe la estrecha valla de la mente
y alzándose vehemente
sobre la débil cárcel de la tierra,
vuela en la etérea llamada tu lumbre
buscando el genio que tu lumbre encierra!
¡Fortuny! ¡ser del mundo y hoy del cielo
incorpóreo destello que dominas
la mísera extensión de nuestro suelo!
¡Espíritu que admiras ese polvo
que cuerpo tuyo se llamaba un día!
¡Genio de luz divina desprendida
que vuelves a la luz de que has nacido!
¿Nos ves? ¿Puedes mirarnos en tu gloria?
El marchito laurel que te ofrecemos
y que el arte levanta a tu memoria,
¿Puedes llegar con sus mundanas galas
donde extiendes las plumas de tus alas?
¿No es verdad que esa luz en que hoy te miras
aureola de fúlgidos destellos
ni el sueño ni la muerte la concibe
donde el alma sujeta al cuerpo vive?
¡Fortuny! desde el trono soberano
que tu alma artista levantó en el cielo,
abarca tu mirada el genio humano
que en triste desconsuelo
lucha por ver alzarse su grandeza
y jamás se levanta
hasta que humilla el mundo su cabeza!
¡Fortuny! los laureles de tu vida
ni uno siquiera logrará igualarse
al brillo deslumbrante que en el mundo
deja tu genio espléndido al alzarse!
Y hoy que aspiras la esencia de lo bello,
hoy que sientes tus sueños realizados
y es tu solo pincel el pensamiento,
tus lienzos los espacios ignorados,
tu palacio el inmenso firmamento
y los soles que alumbran sus llanuras
los que dan el matiz a tus pinturas!
Hoy, si forzosamente te obligara
la patria que te llora, y no te olvida,
a dejar de tu reino la grandeza
por la humana grandeza de la vida,
dijeras a esa Patria conmovida:
«¡Ni una hoja sola del laurel del cielo
puede cambiarse nunca
por cuantas glorias encerrara el suelo!
¡Goza la eterna lumbre de tu patria
nunca turbada por oscura nube,
y si el eco lejano de la tierra
hasta el espacio sube,
mira a los seres que en su torno encierra
tejiendo una corona a la memoria.
Algunos con sus lágrimas ardiente
otros en los anales de la historia!
¡Yo, arista en el desierto de la vida,
que no osará jamás alzar el vuelo,
pues lucho entre los cierzos combatida
siguiendo sus corrientes sobre el suelo!
¡Yo atrevida al mirar tu inmensa dicha
y al sentir que jamás morirá el genio,
arranco de mi cítara insonora
una nota que canta al par que llora!
¡Unida a las que España dio a tu nombre
y a las que el mundo artístico te eleva,
ruede en el viento y a tu genio asombre
si el viento hasta tu genio se la lleva!
Y si en esas espléndidas regiones
dignos albergues de la luz divina,
como rastro de fuego que te sigue
ves a mi canto que en redor camina,
torna la luz que te inspiró en la tierra,
ilumina mi oscuro pensamiento
y haz que siempre fijando la mirada
en el azul hermoso firmamento,
no espere nunca celestial ventura
en un valle de llanto y amargura,
que por más que en la tierra
cause asombro profundo
empieza la victoria de la vida
cuando acaba la vida sobre el mundo!
Madrid, 11 de diciembre de 1874
La Iberia, Madrid 23-12-1874
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)