imagen de la cabecera


 

 

Horas de vivir

 

Veinticinco años contaste

y sesenta y seis yo tengo.

Tú a la cúspide llegaste

y yo de la cumbre vengo.

Pasas por donde pasé;

como sembré sembrarás

lo que de otros coseché

tú de mí cosecharás.

De llegadas y de idas

se va el vivir componiendo,

para hacer, según entiendo,

una vida de las vidas.

No hay aurora, ni hay ocaso

para el alma que presiente

caminar eternamente

un paso tras otro paso.

Y si al fin no se ha de ver

ni del principio sabemos,

¿no es natural que soñemos

lo eterno de nuestro ser?

Es tu juventud florida

y es mi vejez agobiada,

como una sola jornada

del camino de la vida.

Si ocasión nos da el destino

para andar, y el bien hacer,

¿cómo no han de florecer

tu camino y mi camino?

Vivir no es solo subir

ni es morir el acabar:

es al subir laborar

laborar al concluir.

Y con llantos o con risas

en la cumbre o los abismos

es salvarse de egoísmos

entre huracanes o brisas

y no querer abarcar

cuanto habremos de vivir

toda vez que no hay morir

sino volver a empezar.

Vida de vida formada...

¡Vayamos andando quedo!

Sin arrogancias ni miedo

es muy fácil la jornada.

Y si llegas al final...

donde estoy yo, piensa en calma

que es poca labor de un alma

este existir terrenal...

Que el tiempo no tiene horas

si no aquellas que le damos

y que solo aprovechamos

las horas muy bienhechoras.

Y sonreirás al bajar,

como ríes al subir

si al fin logras enlazar

estas horas del vivir.

 

 

 

Nota. Por la pista que nos da la autora en el segundo verso («y sesenta y seis yo tengo»), estaría escrito entre el 1º de noviembre de 1916 y el 31 de octubre de 1917.

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)