Por el mundo voy errante;
soy el alma del que piensa,
del que siente, del que ansía, con fervientes entusiasmos,
el reinado de la paz.
En los lares de la tierra
todos vienen a ofrecerme,
en un cáliz, impregnado de amarguras,
el dolor, la iniquidad.
En los senos de la mente
llevo fúlgida razón,
que, alumbrando el camino de la vida,
lo hace hermoso.
En el corazón palpitan
oleadas de ternura
esperanzas inmortales; sentimiento
fraternal y generoso.
¿No ha de haber una morada
donde pueda hallar descanso;
donde puedan las virtudes que atesoro
formar nido?
¿Donde el niño me acaricie,
y el anciano me bendiga,
y me ciña de laureles consagrados
el mancebo agradecido?
¿No habrá fin a mi jornada?
En los lares de la tierra
¿he de hallar siempre los odios y las luchas
y los vicios y el error?
¿Soy demente que delira
o es acaso mi destino
ser eterna solitaria, caminante
en las sendas del dolor?
«¡Adelante y sin desmayos;
que a través de los abrojos
ya se ven los horizontes fulgurando
con rosada claridad!
Es la aurora del mañana.
¡Adelante peregrina...!
¡Eres alma redentora destinada por tu esencia
a salvar la Humanidad!
Rosario de Acuña y Villanueva
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)