He leído a Pipaon
vuestra notable misiva,
y me ruega que os escriba
diciendo, en contestación,
lo que más puesto en razón
con sus instintos se vea,
que aunque viviendo en aldea
y llamándose animal
con su espíritu cabal
razona, siente y desea.
Habla Pipaon, y yo
traduzco su pío, pío:
«Que tengo el seso vacío
decís, señor, eso no;
quien despacio me observó
pudo ver en mi mollera,
si no radiante lumbrera,
alguna chispa divina,
que Dios lo mismo ilumina
a los hombres que a la fiera.
«El polvo que arrastra el viento
da testimonio al humano
de ese Poder Soberano
que irradia en el pensamiento;
todo, bajo el firmamento,
nos habla del Creador;
un átomo de su amor
llevo en mi ser escondido,
por el cual me encuentro unido
a otra esfera superior.
«Y así, de aquesta manera
todos los seres vivimos,
sin saber ni lo que fuimos,
ni lo que al fin nos espera;
lo mismo el ave ligera,
que el gusano, que el mortal,
sujetos al bien y al mal,
van cumpliendo sus destinos
por los múltiples caminos
de este globo terrenal.
«Nací en invierno; el regazo
de mi dueña me abrigó;
comí lo que ella comió,
dormí sobre su brazo;
no tuve otra madre yo
ni otro mundo conocí;
por su voluntad viví,
y ella de mi vida cuida
le soy deudor de mi vida
desde el punto en que nací.
«Pues si por este favor
le debo estar obligado
y en mi ser organizado
con exquisito primor
encuentra un eco el amor,
y sé recordar y siento,
¿no fuera mal pensamiento
con acritud despreciarla
y dejar de acariciarla
con zalamero contento?
«Pienso que sí, y aún os digo
que a todos parecería
proceder de mal amigo
no amar a la dueña mía;
mucho de mí se diría
si fuese arisco o artero
y si pagara el esmero
de su constante cuidado
bien huyendo de su lado
o maltratándola fiero.
«No soy así; dulcemente
la miro si a hablar me empieza;
nunca alejo mi cabeza
cuando me acerca su frente;
con un piar elocuente,
mezcla de amor y querella
que solo aprendí por ella,
la llamo, si lejos viene,
y ahueco mi pluma bella
cuando en su falda me tiene.
«La doy cuanto puede darla
un ser pobre y desvalido,
el cual, apenas nacido
tiene ya que abandonarla;
no he de poder evitarla
la pena de verme muerto,
que es el porvenir incierto,
y tengo existencia breve,
pero no ha de ser aleve
su dolor, eso, de cierto.
«Porque ella debe saber,
en ese mundo en que vive,
que nada en él se recibe
que eterno se pueda ver;
todo se habrá de perder;
todo se vuelve a la nada,
y en la postrera jornada
la vida, con ser la vida,
también se da por perdida
y se deja abandonada.
«Pues si ella de tal razón
la verdad aprecia y sabe
su dolor tranquilo y suave
no ha de herirle el corazón;
que si de cada pasión
se hiciese conocimiento,
no tuviera el sentimiento
paroxismos de locura,
que toda pasión se cura
con la luz del pensamiento.
«En cuanto a menguar la gloria
que el mundo la pueda dar,
ella sabe avalorar
sabe también de memoria
que los destellos brillantes,
que algunos breves instantes,
vieron sobre ella las gentes,
son incienso de parientes
o bien de amigos galantes.
«Fantasma irrisorio y vano
la gloria para ella fue !
yo que la conozco, sé
que en su corazón humano
nunca hizo mella el insano
afán del grajo y vestido,
sabe muy bien lo que ha sido,
lo que es, lo que puede ser
nació mujer, y mujer
morirá como ha nacido.
«Jamás en historia alguna
ha de llegarse a contar
algo que pudiera honrar
con gloria inmortal su cuna;
sin ser a nadie importuna
vive en olvido profundo;
nada la reserva el mundo;
si así no fuese, en verdad,
para el genio sin segundo,
que deja la humanidad?
«Si no la puedo quitar
gloria que nunca soñó;
si no ha de tenerla, y yo
en cambio la puedo dar,
con mi amoroso piar,
tranquila y dulce alegría,
¿no será una picardía
que, por prudencia irrisoria,
temiendo ahuyentar su gloria
la deje triste o sombría?
«Contestado estáis, señor:
si acaso de mal talante
llegáis a verme pedante,
y bachiller, y hablador,
calmad vuestro mal humor,
pasando en torno revista,
y veréis, ¡Dios nos asista!
por cada ser de talento,
más de un millón en la lista
«Quede mi falta amenguada,
y suspended vuestro fallo,
que si soy tonto, soy gallo
que nunca se mete en nada»
Aquí da por terminada
tan cumplida relación;
os hice la traducción
con el más prolijo esmero
que le perdonéis espero
El Correo de la Moda, Madrid 18-2-1882
[1]La ilustre autora de Rienzi el Tribuno, posee un gallo domesticado que se llama Pipaon, lo cual explica las cartas que insertamos [nota de la redacción].
El poema al que Rosario de Acuña contesta llevaba por título «Al insigne Pipaon», estaba firmado con las iniciales L.M.R., se publicaba en el mismo número de la revista, y decía así:
Dichoso tú ¡oh Pipaón! / ser vulgar y extraordinario / que absorbiste de Rosario / la mente y el corazón. / Cuando con el ronco son / de tu laringe-requinto / nuncio eres del alba en Pinto, / te semejas en lo ufano / a un monarca soberano / casi como Carlos Quinto. /
Y es que, aunque de seso huero, / juzgas con intuición rara, / que el pabellón que te ampara / abona tu orgullo fiero. / Mas no adviertes zalamero, / que ese embeleso es traidor, / pues si enardeces su amor, / dada tu existencia breve, / más profundo y más aleve / tiene que ser tu dolor. /
Calma, Pipaón, prudente / egoísmo tan punible; / vuelve a esa dama sensible / su corazón y su mente. / Ambos son timbre esplendente / de la patria a la que dan gloria, / y es injusticia notoria / que por un pollo pedante / mengüe el espacio brillante / de su página en la Historia. /
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)